“El desencanto del mundo actual consiste en que el futuro ya no es tal.” Paul Valery
Si es cierto que la medicina le salvó la vida a la ética ocasionando el auge de la bioética médica y biomédica, hoy tenemos que reconocer que la bioética sólo tendrá vitalidad plena si es capaz de dedicarse al cuidado del bios: el conjunto de ecosistemas que hacen posible la permanencia del planeta. Nada mas importante para la bioética que los llamados problemas ecológicos: la extinción constante de especies, el calentamiento global, la devastación de la tierra fértil, la devastación de la calidad de vida en general, incluyendo la humana. Las causas inmediatas de todo esto son: el uso de una tecnología que no favorece el mantenimiento de la vida y la sobre explotación del petróleo que ha provocado el aumento de CO 2. Pero las causas profundas son la sobrepoblación humana y el estilo de vida consumista. La situación es grave y no hay tiempo que perder. A la vez, no podemos vivir en el desencanto y el miedo que provoca la terrible amenaza de una catástrofe ecológica. Ante ello, contamos con la ética: un pensar y actuar capaz de comprometerse con un futuro mejor (ética es idealismo) y construir una doble morada: la interior (un ethos apegado al bios) y la exterior: un planeta habitable.
La bioética actual ha de dedicar todas sus fuerzas a la construcción de esta doble morada. Ello implica, desde luego, trascender el antropocentrismo y el estilo de vida centrado en el tener antes que en el ser, para abrirse así a un pensamiento que parta de la liga íntima entre todo lo vivo. Estamos en un territorio casi desconocido, pero la ética está capacitada para despertar la voluntad de cambio y proponer nuevos parámetros de vida; ella es la fuerza más poderosa para pensar y reconstruir el encanto del mundo.
miércoles, 1 de julio de 2009
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